Lestat de Lioncourt "Su sangre corrió por mis venas más dulce que la vida misma, y entonces las palabras de Lestat tuvieron sentido para mí: sólo conocía la paz cuando mataba, y al oír el agonizante latido de su corazón... supe otra vez lo que la paz podía ser."
Anne Rice.

sábado, 4 de noviembre de 2023

Libro de Valine 63


Pasamos un buen rato mirando en completo silencio al enano que mientras rebuscaba entre las cosas de su bolsa no había parado un solo segundo de lamentarse y maldecir. Decidí acercarme a él, los demás me siguieron unos pasos por detrás.

¿Podemos ayudarte? –Pregunté casi susurrando, no sabía cómo iba a reaccionar ya que estaba claramente contrariado y bastante enfurruñado.


¿Sabes cómo pegar un cuerno? –Preguntó sin levantar la vista de la
¿Un cuerno? 

–Respondí, intentando contener la risa; no quise mirar a Elivyän porque sabía que a pesar de todos mis esfuerzos por no echarme a reír, no habría podido evitarlo.

- Se le ha caído un cuerno, pobre –dijo el elfo, con tono de sorna y una sonrisa de oreja a oreja.


No pudimos evitarlo. Los cuatro rompimos a reír a carcajadas. Hacía tiempo que no me reía con tantas ganas. Obviamente al enano no le hizo tanta gracia, es más, no sólo no le hizo gracia sino que además le sentó bastante mal. Se puso en pie y se giró hacia nosotros con el entrecejo fruncido y cara de pocos amigos. Lo cierto es que sabíamos que le estaba molestando mucho más nuestra risa que el hecho de haber roto su yelmo y haber perdido el cuerno. Pero cuanto más enfadado estaba él más nos reíamos nosotros.

El enano se iba poniendo colorado por momentos, nos miró de uno en uno. Yun estaba sentada en el suelo llorando de risa, Arhavir y Elivyän se apoyaban el uno en el otro y yo intentaba controlarme mientras la ira del maese enano seguía creciendo por momentos. Echo mano a la empuñadura de su hacha, un hacha de guerra enana que abultaba casi más que él. Se nos cortó la risa de golpe.

    - No te lo tomes a mal, maese –intenté que mi voz sonara
seria aunque creo que no lo conseguí demasiado.

    - ¿Qué os parece tan gracioso? –Dijo con su voz socarrona arrastrando las erres.

Dudé un momento entre hacerle ver lo graciosa que resultaba la escena o quitarle importancia a nuestra reacción. Opté por lo segundo.

    - Tienes que perdonarnos, llevábamos varias horas intentando escapar de la choza sin sufrir daños. Pensábamos que era un animal salvaje el que intentaba entrar. El cansancio y los nervios nos han hecho reaccionar así.
   
- ¿Me comparas con un animal? –Emitió una especie de gruñido mientras apretaba con más fuerza el puño de su hacha.
   - ¿Qué podríamos pensar con esos ruidos que haces? Por no mencionar esos pedazos de cuernos -contestó Elivyän, soltando una risilla burlona.

El enano miró al elfo con mala cara y después se volvió de nuevo hacia mí. Me pillo haciéndole gestos al grupo de que se callaran. Intenté disimular pero no sirvió de nada. El enano estaba cada vez más enfadado. Sin duda habíamos comenzado con mal pie.

    - Perdonad nuestra descortesía maese. Mi nombre es Valine     Kelter y estos son mis amigos –fui señalando uno por uno según pronunciaba su nombre-. Espero que aceptes nuestras disculpas y entiendas las razones de nuestro comportamiento.

    - Disculpas aceptadas –dijo el enano sin variar un ápice su gesto de pocos amigos-. Ragnar de los enanos –dijo, mientras volvía a perderse en la búsqueda dentro de su bolsa.

    - Quizá deberíais guardar el yelmo hasta que encontréis quien os lo pueda recomponer –hice uso de mi más esmerada educación para
dirigirme a él.

    - Puede que tengáis razón –envolvió el casco y el cuerno que se había soltado en una tela de fieltro y lo guardo en su mochila-. ¿Qué hacíais en la cabaña?

    - No sabíamos que fuera vuestra. Mis disculpas por aprovechar la ocasión de guarecernos de la lluvia.

    - No os disculpéis señor –me dijo-, la choza no es mía. Pasaba por aquí, la vi y… pensé que podría servir para descansar un rato.

    - ¿Pasabas por aquí? –Preguntó Elivyän sin abandonar en ningún  momento su tono burlón-. Este lugar no pilla de paso. ¿Te has perdido, maese enano? –hizo un ruido extraño al intentar contener la risa.
    - Lo cierto es que no, un enano no se pierde jamás -dijo sin variar un ápice su gesto de pocos amigos- aunque comprendo que un elfo lampiño pueda llegar a pensarlo ya que siempre se han creído superiores.

Arhavir siguió lanzando puyitas pero el enano se hizo el sordo y pasó de contestarle. Elivyän, lejos de molestarse, se lo tomó a broma De cuando en cuando se metía en la conversación con alguna pregunta mal intencionada. Ragnar, por su parte, seguía ignorándolo cada vez que hablaba, pero no podía evitar que se tensaran todos y cada uno de los músculos de su cara.

Tomamos el camino de nuevo, a pesar de que el maese enano caminaba bastante rápido no pude evitar pensar que nos retrasaría al menos un par de días. No es que tuviera que llegar un día concreto pero con cada paso que dábamos mi ansiedad por llegar se iba volviendo más y más fuerte.

No podía apartar de mi mente la espada,  –sin pensarlo apreté la bolsa contra mi cuerpo- aquella magnifica espada sería sin duda la que marcaría mi destino. 

Ankhalinâr… el legado de mis ancestros. "Mi Herencia"





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No podía apartar de mi mente la espada, –sin pensarlo apreté la bolsa contra mi cuerpo- aquella magnifica espada sería sin duda la que marcaría mi destino. Ankhalinâr… el legado de mis ancestros. Mi herencia.