
Obviamente iba de cacería, le observe con atención y cautela esperando alguna reacción por su parte, listo para saltar sobre el al menor indicio de hostilidad, pero tan solo me miro, articulo alguna palabra entre dientes que no llegue a comprender y se quedo mirándome desafiante.
- ¿Buscas algo? le pregunte en tono arisco y amenazador, marcando la distancia que se abría entre nosotros, dejando entrever la seguridad en mi mismo de salir airoso en una contienda, no en vano había pasado muchos años interno en la abadía aprendiendo las artes del combate cuerpo a cuerpo, llegando a ser uno de los mejores entre los cofrades.
Me miro sopesando las posibilidades y creo que decidió que no era buena idea enfrentarse a mi sin motivo ni provocación alguna. Hizo un gesto con la cabeza negando y siguió por el sendero que conducía a la ciudad, sin duda, aquella noche alguna bella dama caería en su abrazo.
Según contaban en los círculos mas cerrados de la comunidad vampirica las mujeres mas hermosas habían pasado por su lecho, decían que se valía de su magia para conquistarlas, y como es lógico, esta manera de cazar no estaba bien vista entre los vampiros, que llegaron a profesarle una gran inquina. Pero esta noche no era una vampiresa lo que él buscaba, a juzgar por su mirada ávida de sangre, una mortal era su objetivo, o al menos el objetivo mas inmediato.

Me adentre en el bosque, sin mirar hacia atrás, dejando a mis espaldas la bulliciosa noche de los barrios mas humildes de aquella ciudad, la bestia comenzaba a molestarme y sabia que por aquellos parajes no iba a encontrar nada de mi gusto, esa idea me desagradaba bastante ya que me vería forzado a desviarme hacia un poblado para saciar mi sed. Pero de pronto mi suerte cambio, una caravana de gitanos estaba acampada en un claro del bosque.
Me acerque hasta ellos con todo el sigilo del que era capaz, los observe durante un buen rato, era una pequeña familia de unos diez o doce miembros, enseguida repare en una hermosa joven, su risa alegre sobresalía de las demás.
Espere paciente a que todos durmieran y me acerque a su carreta, antes de que pudiera darse cuenta de lo que pasaba ya estábamos lejos de la caravana. La deje en el suelo sin soltarle la muñeca, ella intentaba escapar de la sujeción, pero la hable suavemente, hasta tranquilizarla, sabiendo que una mortal no podría resistirse a la sublime atracción de un vampiro.