
Un crujido me aparto de mi momentánea enajenación haciéndome girar la vista hacia la puerta por la que un rato antes había desaparecido Rolan. Después de unos segundos que se me hicieron eternos un rostro conocido y afable atravesó el umbral, sus labios sensuales dibujaban una sonrisa cordial, extendió sus brazos hacia mí haciendo un gesto con las manos invitándome a acercarme para abrazarla, le devolví la sonrisa mientras me acercaba.
Silmarien me acogió en un abrazo cálido y protector haciéndome ver que no debía preocuparme, apreté el abrazo aprovechando que Rolan aun no había hecho acto de presencia. Siempre fue extremadamente celoso
con ella, supuse que no habría cambiado en ese matiz ya que ella seguía siendo una de las mujeres más hermosas que había conocido en toda mi larga existencia. He de aceptar muy a mi pesar que nunca tuve la menor oportunidad con ella, por algún motivo que no alcanzaba a comprender, ella le era fiel. – Me alegra volver a verte querido Marcus, hace tiempo ya que te dábamos por… digamos desaparecido – sus labios voluptuosos dibujaron una sonrisa muy sensual, sentí el deseo irresistible de besarlos pero en ese momento hizo su majestuosa entrada en el salón Rolan, detrás de él con paso firme un par de tipos envueltos en capas oscuras, su guardia personal.

Solté a Silmarien y di un par de pasos hacia detrás esperando que Rolan tomara el abrazo como un simple saludo. Ni siquiera nos miro, se dirigió directamente a Maia, se inclino sobre ella y la beso en la cabeza con veneración, como si de un rito se tratara, ella seguía perdida en su abstracción y no hizo ni el más leve gesto. Giro hacia nosotros y extendió una de sus manos hacia Silmarien, ella le tendió la mano y se acerco a él sonriendo, entre ellos no hacían falta las palabras, los largos años de complicidad que llevaban compartiendo parecían haberles concedido el don de leerse las mentes mutuamente.
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