Las horas se me hicieron interminables; seguía tendido sobre aquella cama con la estancia en penumbras, y aunque me sentía vacio y roto por dentro, no pude evitar rebuscar en lo más profundo de mi memoria los recuerdos de aquel día en el que Drusila despertó ante mí, abrazando su nueva forma de vida, si es que puede llamarse así.
Me hallaba perdido en mis recuerdos cuando escuché un violín, la música sonaba muy tenue. Me senté en la cama de un salto y agucé el oído intentado ubicar de donde procedía la melodía.
Salté de la cama y me acerqué hasta la puerta, la abrí ligeramente y aún así el violín sonaba lejano. Sin duda Emaleth había vuelto pero ¿Cuándo? No habrían pasado más de seis horas desde que Tasadar me dejo entrar en el caserón, por lo tanto el sol aún se alzaría amenazador para cualquier vampiro.
Decidí que a pesar de la advertencia de Trasdar de que no anduviera por el caserón, había llegado el momento de salir de aquella estancia y aventurarme por aquellos oscuros pasillos con el fin de descubrir el motivo por el cual aquel vampiro me había mentido sobre el paradero de Emaleth. Salí a la galería, que como el resto de la casa se hallaba en penumbras, las luces de algunos candiles iluminaban tímidamente los largos corredores que dividían la casa en tres zonas bien diferenciadas. Llegué a la escalera y me detuve para comprobar que ningún ruido provenía del piso de abajo, al menos ningún ruido cerca de la escalera. Una vieja escalera de madera que si no fuera por la alfombra que la cubría sujeta con unas varillas doradas en cada ángulo de los escalones, habría crujido alertando a cualquiera de mi presencia, no podía permitir que me descubrieran hasta haber llegado a la melodiosa sintonía y a su hacedora. Bajé los escalones uno por uno, poniendo en ello todo el sigilo del que era capaz y por fin llegué al piso bajo: delante de mí, la puerta que daba acceso a la mansión se alzaba imponente como si de un enorme vigilante se tratara. La chimenea estaba encendida, me pregunté para qué la habrían encendido unos
seres tan fríos como el hielo. A uno de los lados de esa chimenea había un loro, en el que no había reparado antes. El animal no hacía otra cosa que comer pipas, justo hasta el momento en que me vio, que cambio las pipas por unos gritos ensordecedores. Me paralicé al oír los gritos del dichoso pájaro, recorrí con la mirada la antesala buscando algún sitio donde ocultarme, cuando percibí casi por el rabillo del ojo una puerta oculta tras un biombo de madera labrada; aceleré el paso hasta aquella salida que para mi sorpresa no estaba cerrada con llave, empujé y la puerta cedió dócil sin ofrecer ningún tipo de resistencia. Atravesé la puerta y la cerré tras de mí.
Me hallaba perdido en mis recuerdos cuando escuché un violín, la música sonaba muy tenue. Me senté en la cama de un salto y agucé el oído intentado ubicar de donde procedía la melodía.

Decidí que a pesar de la advertencia de Trasdar de que no anduviera por el caserón, había llegado el momento de salir de aquella estancia y aventurarme por aquellos oscuros pasillos con el fin de descubrir el motivo por el cual aquel vampiro me había mentido sobre el paradero de Emaleth. Salí a la galería, que como el resto de la casa se hallaba en penumbras, las luces de algunos candiles iluminaban tímidamente los largos corredores que dividían la casa en tres zonas bien diferenciadas. Llegué a la escalera y me detuve para comprobar que ningún ruido provenía del piso de abajo, al menos ningún ruido cerca de la escalera. Una vieja escalera de madera que si no fuera por la alfombra que la cubría sujeta con unas varillas doradas en cada ángulo de los escalones, habría crujido alertando a cualquiera de mi presencia, no podía permitir que me descubrieran hasta haber llegado a la melodiosa sintonía y a su hacedora. Bajé los escalones uno por uno, poniendo en ello todo el sigilo del que era capaz y por fin llegué al piso bajo: delante de mí, la puerta que daba acceso a la mansión se alzaba imponente como si de un enorme vigilante se tratara. La chimenea estaba encendida, me pregunté para qué la habrían encendido unos

Aquella portilla daba acceso a una especie de túnel de piedra, las piedras rezumaban cierta humedad que otorgaba un olor peculiar a la estrecha galería que se extendía hasta perderse en la oscuridad. Avancé por el oscuro y húmedo pasillo hasta que este se abría en una especie de zaguán al que daban tres puertas. El sonido del violín se escuchaba nítido, provenía de detrás de una de ellas. Me acerqué, puse la mano sobre el pomo y dudé durante un rato si abrir o dar media vuelta y volver al dormitorio. Me dispuse a girar el pomo cuando de repente la hermosa melodía se detuvo, pude escuchar la voz de una mujer diciéndome: Pasa Marcus.
Magistral demostración literaria y descriptiva, como siempre. Es algo a lo que me tienes acostumbrado (y me encanta que sea así), y una de las infinitas razones por las que me encanta leer las nuevas publicaciones de tu obra, pues he caído irremediablemente bajo su adictivo embrujo.
ResponderEliminarParticularmente, en este pasaje, ya habituado a la exasperante paciencia de Marcus respecto a Drusila, he percibido una profunda sensación de misterio e intriga, ya que has logrado que evoque la escena a la perfección, dejándome llevar yo también por ese melodiosa armonía violinística, caminando por esa fastuosa mansión y recorriendo ese angosto corredor hasta encontrarme con esa enigmática música...
En definitiva, aunque ya te lo he dicho, me ha resultado deliciosa la lectura, pues he logrado sumergirme en tu literatura por completo e, incluso, me he sentido tan irritado como Marcus cuando en su camino se ha cruzado ese ruidoso loro (del que también me has hablado jajaja).
Dulces besos de un corazón enamorado de tus escritos... y de su escritora ;)
P.D.: Tenemos que visitar la mansión de Emaleth... y ya sabes a lo que me refiero jajaja
Eres una maestra de la narración.
ResponderEliminarHe ido sorbiendo, y degustando, todas y cada una de las líneas poco a poco... hasta llegar al amanecer y quedar esperando hasta que vuelva a llegar la noche.
Un cálido susurro.
John W.
Gosto de passar por aqui e ficar envolto na beleza das tuas imagens e palavras Abrazo
ResponderEliminar\\\///
ResponderEliminar(O_O)
Bravo,una continuación excelente, como ya nos tienes acostumbrados en este sensacional Libro de Marcus¡¡¡¡¡¡¡¡
Si pasa Marcus...jaja
ResponderEliminarQuerida que relato tan estupendo llevo maso leyendo las continuaciones y se me olvida lo anterior, pero basta con empezar a leer de nuevo y recuerdo en que iba la historia jaja bueno la edad jaja
Me encanta en verdad eres soberbia escribiendo.
Un abrazo
Llegar al final del pasillo siguiendo la melodía.... pero ¿y quién le ha dicho que pase?
ResponderEliminaraishhhh... siempre me quedo con ganas de más
Besos desde el abismo
Es hermoso como logras llevarnos hasta tus reinos. No puedo despegarme de estos susurros.
ResponderEliminarBesos
Tú tb m tienes de seguidora, esto engancha, besos!
ResponderEliminarmarcus muere al final de la historia,dentro de 12 capitulos.
ResponderEliminarpero resucita al tercer dia lleno de gloria,y quita el velo que cubre el rostro de la escritora.
yo era el del violín.
ResponderEliminarvioleta y negro,que combinacion tan bella
Me ha gustado mucho tu narracion, pero un poco mas me ha faltado ... siempre me dejas con ganas de mas.
ResponderEliminarJaaajajaaaaa.
Bsssssss de fin de semana!!!
Buenisimo el relato voy leyendo el atraso poco a poco...un abrazo cielo y gracias por visitarme, besitossss
ResponderEliminarMe tienes enganchada te sigo en cada nuevo capitulo te superas.
ResponderEliminarCon cariño
mari
Muy bueno tu relato, me gusta Marcus con sus pensamientos, bien ahora a ver quién toca el violín y lo deja psar!!
ResponderEliminarBesos
Noe
Perdona mi dulce susurros por mi ausencia ya te explique la historia, ;) , bueno vuelvo a leerte y veo que sigue mejorando esa literatura descriptiva que tanto consigue sumergirnos en tu bella historia oigo vibrar esas cuerdas de violín y escucho a Marcus en sus sueños despierto, maravillosas tus palabras como siempre un besazo preciosa...
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